Quiere demostrar que en las redes sociales vemos como normales cosas que en la vida real no aceptaríamos nunca. Albert lo demuestra con una simple llamada telefónica.
Lesan llama a una peluquería y demuestra que, según el tono en el que se hable de acciones propias de una profesión pueden parecer insultos, cuando no lo son
Albert llama a un desconocido y le exige que le diga quién es, antes de presentarse. Lo que pretende es demostrar que si intentas cambiar el orden protocolario las conversaciones se hacen difíciles.
Lesan vuelve a la carga con sus propinas ofensivas. ¿Hay una cantidad de propina que, lejos de provocar satisfacción produce rechazo? Esta vez pide cambio de 5 céntimos.
Albert llama a una tienda de ropa para pedir información sobre unos pantalones. En ese momento suena por la radio su canción favorita y, claro, el dependiente tiene que dejársela escuchar.
Albert Lesan llama a un gimnasio femenino con una voz muy masculina. ¿Cómo reaccionará la recepcionista sabiendo que algunas voces engañan con el género?
Albert llama a una farmacia. Dice que no tiene receta, pero necesita Viagra. ¿La conseguirá utilizando a su chica como reclamo? Lo mejor de todo es que primero llama Lesán ¡y luego lo intenta su mujer!
Lesan llama desde el vagón silencioso de un AVE al servicio de atención al cliente para agradecerles la comodidad de su viaje. ¿Le colgarán porque llama desde un vagón silencioso o le aguantarán la llamada porque les está elogiando?
Albert Lesán vuelve a la carga con su alter ego sin personalidad. Ahora quiere ir de viaje y llama a una agencia para que le aconsejen. Pero no tiene nada claro qué quiere.